Esta es la historia de una casualidad. Una de las peores. Violeta tenía 11 años cuando un día cualquiera fue a Valencia de rebajas con su madre. Era el verano antes de empezar sexto de Primaria. Volvía a casa en metro y el tren descarrilló en la curva que va de la Plaza España a Jesús. Podía haber descarrilado cualquier otro día o no haberlo hecho nunca, pero lo hizo el 3 de julio de 2006. 47 personas resultaron heridas y otras 43 perdieron la vida. La madre de Violeta fue la víctima número 42 y la niña, con los ojos cerrados, en brazos de un policía nacional vestido de paisano, se convirtió sin quererlo en la imagen de un accidente que dio la vuelta al mundo.
Portada de EL MUNDO del 4 de julio de 2006.
Hoy Violeta tiene 20 años, estudia segundo de Medicina, y tiene los ojos abiertos de par en par. Se presenta a las próximas elecciones municipales en Torrent, localidad de la que eran la mitad de las vícimas. Es la número cinco en la lista de Compromís. Que nadie piense que una cosa llevó a la otra. «Esto no es una película en la que la protagonista sufre un accidente, pierde a su madre y todo eso le empuja a entrar en política. En absoluto», asegura ella. «Yo no estoy en Compromís, ni siquiera en política, por el accidente de metro. Eso es sólo un problema personal. Yo estoy en política porque mi padre me enseñó que si algo no te gusta, tienes que luchar para cambiarlo y no estar de brazos cruzados en el sofá».
Violeta tiene el pelo largo y rubio, conserva el aspecto y la sonrisa de una niña, pero cuando habla crece veinte palmos. Entró en política sin pedir permiso a nadie. El día que Mònica Oltra, candidata a la Generalitat, la escuchó por primera vez en un acto del partido preguntó quién era aquella criaja que hablaba con ese desparpajo. «¿Te acuerdas de la niña del accidente de metro?». Y ató cabos. Violeta Rius Garrote es sobrina de Beatriz Garrote, voz y cara de las víctimas del accidente durante nueve años que no se acaban nunca.
«Yo no quiero ser la niña del accidente», reniega ella. «Por eso esta entrevista no me hacía ninguna gracia al principio. ¿Qué tengo que aportar yo? Yo no soy una heroína, ni quiero que se me trate como tal por algo de lo que no me puedo sentir orgullosa. Por una desgraciada casualidad. No quiero alabanzas por lo que es una tragedia. Yo no quiero que se admire nuestra valentía, ni nuestra energía, quiero dignidad, justicia y que lo que pasó no vuelva a pasar».
Al final, Violeta aceptó la entrevista y aceptó que rescatáramos la portada de aquel 3 de julio para que la gente entendiera la «cotidianidad» de las víctimas. «Yo no necesito que nadie me vea como alguien especial, necesito que estés a mi lado. ¿Por qué soy especial? ¿Por estar en un sitio concreto un día concreto? ¿Por tener esa mala suerte? Yo no quiero que nadie me diga nada bonito por haber sufrido un accidente, no soy mejor persona por eso. Las víctimas no queremos que nos llamen valientes por luchar, sino que nadie olvide los motivos de esa lucha».
Valencia sí los olvidó durante demasiado tiempo. Cuando 20 o 30 personas se reunían el día 3 de cada mes mientras la gente siempre pasaba de largo. «Era muy decepcionante cuando venían mis tías y me decían que eran 20. Te sientes menospreciado, ridículo… A la gente le daba igual. Te decían qué cabrones son, qué poca vergüenza, pero aquí estoy bien en el sofá. Por eso el PP nunca hizo nada, porque la gente pasaba de todo. Cuando aquello cambió fue increíble, la gente entendió que sin toda la sociedad no hacemos nada».
Le preocupa dejar claro que ella no pertenece a la asociación ni representa a más víctimas que a ella misma. «Sólo quiero que esto se acabe para que mis tías puedan descansar, pero que la gente entienda que nos hemos quejado por necesidad, por obligación, y no por gusto o capricho. Ojalá no hubiéramos tenido que estar así. Ojalá mi tía Beti pudiera descansar con su familia».
Violeta, la política, describe el «panorama fatal» de la sociedad valenciana, lamenta que la gente sólo haya espabilado cuando la crisis le ha tocado su bolsillo particular y avisa de que «el cambio no llega porque entre otro partido, el que sea, sino porque cambie la sociedad, que la gente deje de ser tan individualista y empiece a pensar por los demás».
Le daba miedo este reportaje porque no quiere perder su anonimato en la Facultad y volver a ser la niña de las portadas. También le asusta que las elecciones le estropeen los exámenes. Pero a Violeta nadie le enseñó a quedarse en el sofá.