El final de la marca Unidas Podemos no tiene por qué suponer el final de la coalición que Podemos e Izquierda Unida iniciaron en 2016. Al menos así lo entienden ambas formaciones, que, en medio del terremoto que ha removido los cimientos de la izquierda, coinciden en la necesidad de, al menos, tratar de salvar la base de una alianza que ha permitido al espacio confederal alcanzar el Gobierno de coalición, aunque no tenga el mismo nombre.
En los dos partidos saben que desde el ‘Pacto de los Botellines’ que Alberto Garzón y Pablo Iglesias cerraron en 2016, el escenario ha cambiado sobremanera, sobre todo después de la marcha del ex vicepresidente del Ejecutivo y exlíder de Podemos, y de la irrupción de Yolanda Díaz como la nueva figura principal del espacio.
Las tensiones entre ambas formaciones se han intensificado en los últimos meses y el accidentado pacto de las izquierdas en Andalucía (que culminó con un fracaso electoral muy relevante) supuso un punto de inflexión que, de momento, parece haberse llevado por delante a Unidas Podemos como marca electoral.
Unas semanas después de estos comicios, Podemos e Izquierda Unida mantuvieron una reunión al máximo nivel para analizar el estado de la confluencia y para tratar de atisbar un posible horizonte. La mesa confederal (el espacio de debate y decisión donde los partidos analizan este tipo de cuestiones y pactan su acción y estrategia políticas) llevaba muchos meses sin convocarse y las consecuencias del fracaso andaluz amenazaban con extenderse a otros territorios y también a instituciones estatales como el Gobierno (la parte de Unidas Podemos) y el grupo parlamentario del Congreso.
Aunque no hubo un acuerdo plasmado por escrito, en ese encuentro los de Belarra y los de Garzón pactan de manera verbal, al menos, dos cuestiones fundamentales en base al análisis del escenario futuro más próximo (2023 será año electoral y la primera cita será la de las municipales y autonómicas de mayo).
En primer lugar, fuentes de ambos partidos coinciden en que se acuerda dar carpetazo a la marca electoral de Unidas Podemos para volver a las siglas de cada partido (Podemos e Izquierda Unida). La principal figura del espacio, Yolanda Díaz, estaba inmersa en la construcción de un nuevo sujeto político que todavía no se ha constituido de manera orgánica, pero que no se denominará Unidas Podemos y que tampoco concurrirá a los comicios de mayo. Por lo tanto, se entendió que no había motivos para seguir manteniendo esta marca como condición indispensable en las negociaciones de las candidaturas electorales.
En segundo lugar, se pacta tratar de cerrar las candidaturas de unidad de cara a las municipales y a las autonómicas antes de que acabe el año, y Podemos propone hacerlo, si fuera necesario, territorio a territorio. Para la formación morada esta cuestión era prioritaria por dos motivos.
El primero, compartido por ambas partes, es que no se puede volver a repetir lo sucedido en Andalucía y llegar con los puntos clave de la negociación sin cerrar a los últimos días previos a que concluya el plazo; en la formación morada consideran, además, que los plazos para preparar estas elecciones son ajustados y desde hace meses se encuentran inmersos en su puesta a punto (de hecho, los de Belarra celebrarán todos sus procesos de primarias, alrededor de 800, entre el 10 de octubre y el 4 de noviembre). El segundo motivo es que consideraban que era necesario cortar cuanto antes el «ruido» interno y externo generados por el fracaso andaluz, que a día de hoy mantiene a los partidos de la izquierda batallando en esta comunidad.
En este contexto, lo que se ve más factible es revalidar aquellas candidaturas en las que Podemos e Izquierda Unida se coaligaron en 2019. En muchos de los territorios las alianzas han funcionado bien y la relación política entre sus direcciones es estable (aunque este no es el caso en todos los municipios y autonomías).
Aunque serán las direcciones territoriales las que lleven el día a día de las negociaciones, sí que es probable que se trate de dar un impulso desde las direcciones estatales por tratar de conseguir revalidar estas alianzas. A finales de agosto Podemos puso en marcha un comité electoral para preparar las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023.
En este órgano se incluyó a varios secretarios generales autonómicos, pero también a miembros de la cúpula del partido a nivel estatal, como a la propia secretaria general, Ione Belarra; la secretaria de Acción Política, Irene Montero; la secretaria de Organización, Lilith Verstrynge; el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso de los Diputados, Pablo Echenique; o el responsable de comunicación del partido, Ignacio Ramos.
De momento, todavía no se ha cerrado ninguna candidatura municipal ni autonómica, y en Izquierda Unida ya han decidido que, si a finales de diciembre no se logra cerrar las coaliciones, tomarán su propio rumbo. En Podemos ya han puesto en marcha sus procesos, tienen calendario y han desvelado quiénes serán sus candidatos en plazas tan importantes como la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid.
La formación morada espera que, tras convocar los de Belarra la última reunión en junio, sean los de Garzón los que organicen un nuevo encuentro para hablar de la situación actual y de los márgenes y plazos que quedan, aunque de momento esto no se ha producido.