Nos quejamos del bombardeo constante al que nos someten los medios de comunicación; datos, noticias, estudios, sucesos, índices, estadísticas, encuestas, reportajes… Muchos datos y poco esfuerzo en hacer que los comprendamos. La prima de riesgo, muchos de nosotros hablamos de ella como si fuese la prima del pueblo de toda la vida; hacemos como que la conocemos pero sólo hemos coincidido con ella en el bautizo de tu sobrina o en la boda de cualquier primo (todavía más) lejano. Hablamos sin conocerla, basándonos en lo que hemos oído por ahí.
Al igual que los medios producen esta sobresaturación descarada también censuran, y de formas obvias, lógicas y sorprendentes a la vez. Las estrategias más usadas son la censura por omisión y por saciedad. Sus nombres ya dicen bastante sobre ellas, la primera es silenciarlo todo, así de fácil. La segunda, abarrotar nuestras mentes de tal forma que ya no le demos importancia al hecho de que, por ejemplo, los ladrones de cuello blanco y corbata nos roben día sí día también y queden absolutamente impunes.
Estos días presenciamos un ejemplo especialmente descarado (entre otros muchos) del primer caso, extraído manual llamado “cómo camuflar sutilmente todo lo que pueda ir en contra del sistema y perjudicar al establishment”. Asturias, mineros, ¿os suena? Posiblemente no si sólo consultáis medios de información masivos. Quizás os retumbe el eco lejano de TVE con palabras como violentos, grupo aislado, batalla campal, etcétera, etcétera. El otro día, por ejemplo, TVE decidió que era más importante sacar una concentración de unas 3.000 personas en Buenos Aires en contra de la nacionalización de Repsol antes que contar lo que ocurre en Asturias y afecta a miles de trabajadores españoles. Todo un ejemplo de periodismo actual que sin duda merece el Premio Pulitzer. Al igual que hicieron con la pitada al himno español hace un par de semanas o con los eufemismos constantes para no recurrir a la palabra “rescate”.
Pueden presentarnos al colectivo minero como una panda de desarrapados salvajes que corren por las montañas en pasamontañas fabricando bazoocas y tirando piedras con tirachinas a las fuerzas del orden al más puro estilo guerra de guerrillas. También pueden vendernos la falacia de que la minería en España no es rentable y que es el anticristo en materia de ecologismo y sostenibilidad medioambiental. Lo que no nos cuentan es que si no es rentable es por el sistema que ELLOS han creado, tampoco que les aseguraron empleo y subvenciones hasta 2018 y ahora les han dado la gran patada. Lo que los medios callan es que los recortes afectan al 60% de las ayudas al sector del carbón, lo que conllevará el cierre de la mayoría de yacimientos.
¿De qué viven los mineros y sus familias si les cierran de hoy para mañana la mayor (y prácticamente única) ocupación de la zona? No se puede dejar a miles de personas sin nada de un día para otro. ¿Qué más pueden perder? Si actúan de forma contundente es porque es la única opción real que les queda. La burocracia y los intentos de acuerdos sindicales desde abajo el poder se los pasa por el forro, ahora y desde siempre. No son ellos los únicos violentos con sus acciones, ¿por qué nadie habla de la violencia estructural inherente a nuestro sistema? ¿Por qué no se criminaliza a un modelo económico que deja a las personas sin pan, sin casa y sin empleo a diario? ¿Por qué está tan socialmente aceptado qué un sistema así es democrático y libre? Que alguien me lo explique porque me he perdido.
Es normal que un sector tan afectado por la crisis pierda la paciencia y aumente en tensión. Los cortes de carreteras, las barricadas y los enfrentamientos con la policía y la Guardia Civil llevan días sucediéndose en las montañas asturianas. Se ha declarado la huelga indefinida (la única que puede servir de algo, visto lo visto) y no se quedan esperando en casa a que les llueva el café, como tampoco se dedican a manifestarse dentro de los cauces establecidos por las autoridades. Demuestran que, para defender la dignidad, hay veces en las que se debe ir más allá. Lástima que el resto aún no hayamos interiorizado esta idea y nos baste con cortar alguna calle un par de veces al mes y pintar pancartas de colores bonitos y frases ingeniosas. ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo nos cansaremos de darnos de bruces con los cauces diseñados por el sistema?
Clara Brühl :Estudiante de periodismo y negocios internacionales por la Universidad de Valencia y miembro activo de la Asamblea de estudiantes de Blasco Ibañez .
Como asturiano me ha encantado leer tu artículo…. ojalá que la sociedad como dices se «canse» y salgamos todos a la calle «a lo minero» para darle vuelta a la tortilla y tomar las riendas de este país que se nos está destrozando.